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Trabajo nocturno

El empedrado de la estrecha callejuela que conducía al matadero Sinclair & Spencer Beef Company mostraba los característicos surcos grabados por ...
Alexis López Vidal access_time 4 min lectura

El empedrado de la estrecha callejuela que conducía al matadero Sinclair & Spencer Beef Company mostraba los característicos surcos grabados por el peso de las carretas cargadas de carne, que la recorrían sin cesar escoltadas en todo momento por una oscura nube de zumbantes moscas. A ambos lados se erigían los típicos edificios de apartamentos de servicio social de la zona norte – un eufemismo para los cuchitriles en que la autoridad local hacinaba a los inmigrantes recién llegados hasta que o bien conseguían un precario contrato de trabajo en una factoría como Sinclair & Spencer o se deshacían de ellos realojándolos en tugurios aún más sórdidos, de los que únicamente saldrían yertos a causa de la tuberculosis o pestes todavía peores –.

Jhon Red Krueger, un joven pelirrojo de ascendencia holandesa, había sido escupido sin miramiento en la estación de ferrocarril por el tren nocturno que lo condujo desde las Altas Llanuras – la industria de la carne comenzaba a concentrarse en los núcleos urbanos – y ahora ocupaba el apartamento 23-A. En una mesilla de noche, donde leyó el nombre de JACK grabado a cuchillo, un pequeño papel escrito en inglés, alemán y otro idioma que no supo identificar, le recordaba que sin contrato de trabajo solo podría ocupar la habitación durante dos semanas y que pasado ese tiempo el alquiler ascendería a cinco dólares semanales. Red Krueger se preguntó cuánto tiempo habría ocupado ese tal JACK aquella habitación mientras desde algún punto del pasillo exterior le llegó con nitidez el hambriento llanto de un recién nacido. Se mesó el cabello rojizo y se encaminó a la factoría de carne con la misma noción del mundo que deberían de tener las reses que terminaban allí sus días; al parecer, más allá de Sinclair & Spencer Beef Company no había nada más.

***

– ¿Y tú qué sabes hacer, chico? Este es un trabajo de hombres – el capataz de la factoría era un sujeto grueso, malcarado, que lo observaba de arriba abajo sin detener en ningún momento las continuas órdenes que daba a sus empleados con la misma virulencia que si hiciera restallar un látigo –. ¡Eh, Wally! Si vuelves a llegar tarde, te largas ¿entiendes? Prefiero darle tu puesto a este escuálido pelirrojo que seguir despilfarrando un sueldo contigo…

Red Krueger sabía perfectamente que el capataz no hablaba en serio; aquel tipo, Wally, enmarcaba entre sus hombros una espalda que doblaba en tamaño a la suya, pero no estaba dispuesto a diluirse en apenas un nombre grabado en una mesa de madera o una viga desde la que colgarse.

– Haré cualquier cosa. Trabajaré el doble por la mitad de dinero – exclamó Red.

El capataz esbozó una sonrisa despreciativa y chasqueó los dedos de una mano antes de añadir:

– Eso ya lo hacen todos.

Red Krueger comenzó a trazar mentalmente una «R» sobre la tabla rasa de su vida, y se asqueó al acariciar la idea de retornar al camastro polvoriento en el que su madre lo parió, a él y a otros siete hermanos, a cientos de kilómetros donde malvivían las alimañas y la basura inmigrante de Custer County, Nebraska, Dios nos bendiga.

– Trabajo nocturno – añadió el capataz, haciendo regresar a Red Krueger de la atmósfera cargada del hogar que quedaba tan lejos –. Te ofrezco el turno de noche. Nadie lo quiere. El último que contraté ni siquiera se despidió, el muy bastardo. Vuelve esta tarde, sobre las siete, y te explicaré en qué consiste. Y si llegas tarde no te molestes en volver, prefiero darle tu puesto a este escuálido trozo de carne – dijo señalando medio costado de vaca que pendía de un garfio – que despilfarrar un sueldo contigo…

Red Krueger se permitió sonreír. Al menos el trato era el mismo para todos, se dijo tras despedirse y mientras se encaminaba en pos de un lugar donde comer por menos de 20 centavos.

***

El trabajo era duro, ingrato como la fama del mismo demonio, consistente en descolgar primero la carne que no había sido procesada durante el día y que ya destilaba un sutil aroma a podredumbre, y trocearla de manera que una enorme picadora la convirtiera en la carne enlatada Special S&S Meat. Una delicia, según declaraba el etiquetado, para todos los bolsillos.


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El autor

Alexis López Vidal (Torrevieja, Alicante, 1979) es autor de artículos y relatos, ensayista y novelista. Ha obtenido diversos galardones de narrativa y poesía.
  • ISNI: 0000 0004 7765 6040

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