Prólogo
Hay una máxima que ronda mis pensamientos cada vez que me planto delante del ordenador y miro el discurrir a veces frenético, otras errabundo; pero siempre buscando un sentido, de mis dedos por las letras del teclado. Sí, la idea está al fondo; pero descubres en cada palabra que plasmas, en cada frase que envuelve ese concepto, esa historia que quieres crear. Y la quieres crear porque está rondando, incordiando como una mosca veraniega. Hay un zumbido que te persigue, que te ronda, que no entiende de noches plácidas ni de conducción atenta. Esa idea que te aparece y que se infiltra en tu vida para acompañarte en tu día a día no se calma si no es referida en un papel, si no se puede leer en una cuartilla. Y creedme cuando os digo que tan recalcitrante es esa idea y esa historia recién creada que, además de haberte perturbado la existencia hasta que la ves al fin impresa, exige una segunda opinión y una tercera; exige ser leída por otros.
Porque no nos engañemos, el escritor escribe para ser leído. Desea lanzar su red de historias a ese lector anónimo o amigo y atraparlo y enredarlo con ellas. Y no, no es fácil. Esperar ese dictamen del lector, conseguir haberle enganchado en la frágil trama que compone un cuento y que hace que se ensimisme y se enrede en el relato es tan difícil como placentero. Es más, es adictivo.
Por eso mismo, creo que Alexis López Vidal es un adicto a narrar historias. Ha tratado de dejarlo, de ahí que los relatos que componen el libro partan de 2007; pero es demasiado. Es demasiado pedir dejar que se pierdan en la memoria de un disco duro o en el folio agujereado dormido en una carpeta. Hay que airearlos porque además son relatos intemporales.
Crea personajes que no caducarán, con historias eternas mil veces referidas. Pero no, no me malinterpretéis, no es que te parezca que son cuentos que ya han relatado otros, no. Se trata de plasmar temas como los celos, el deseo, el miedo, el hastío, la avaricia, el amor… temas que acompañan al ser humano a lo largo de su vida; temas como he dicho presentes mil veces en mil cuentos antes. Pero Alexis envuelve estos temas de una forma sutil, elegante, inteligente. Creo que esta es la palabra clave que destilan sus relatos, inteligencia. No hay exabruptos, no hay trucos, no hay prisas. Las historias se desarrollan y caen por su peso, unas con un final inesperado; otras con un devenir previsible pero no por ello exento de ingenio.
La máxima a la que me refería al principio es la de manipular al lector. Sí, es crudo decirlo de esta manera; pero entiendo que manipular a una persona a través de un escrito que parte de tu cabeza es un placer inmenso. Conseguir modificar el ánimo de un lector, provocar una risa o una lágrima, enternecer o darle en qué pensar; es algo que el escritor busca con afán y que, os aseguro, encontraréis en estos relatos. El autor va a emplear palabras duras, historias descarnadas, personajes variopintos; se va a valer de todos los trucos que una imaginación desbordante provee a unos dedos hábiles en el teclado. Ya os aviso, Alexis os va a manipular, lo ha conseguido.
Entiendo a Alexis cuando, acaso recordando el subidón que te genera el tener un lector entregado, redescubrió y desempolvó sus escritos acomodados en un archivo. No, definitivamente no es su sitio. Sin duda están mucho mejor a tu alcance en este libro que tienes en tus manos.
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Publicado previamente en Bar Matrioshka y otras historias, ISBN: 978-84-616-3634-1, 2013.
